Miguel Catalán, el físico aragonés que da nombre a los cráteres de la Luna

15/12/2020

La Escuela Politécnica Superior del Campus de Huesca abría recientemente, con una mesa redonda, la exposición “Miguel Catalán, investigador y maestro” -que puede visitarse hasta el 23 de dociembre de 2020-. Los comisarios de la misma repasan en este artículo la trayectoria de este científico aragonés de la primera mitad del pasado siglo que, a pesar de las dificultades de esa etapa histórica en España, logró tener una notable proyección internacional.

 

Belén Villacampa, profesora de la Universidad de Zaragoza, y Carlos González Larraga, profesor del IES Miguel Catalán

 

La cercana celebración del 125 aniversario del nacimiento de Miguel Catalán –a finales del pasado año– y la inmediata conmemoración –en 2021– del centenario de su aportación científica más reconocida –el descubrimiento de los multipletes del manganeso– hacen de este un periodo especialmente oportuno para recuperar y recordar la figura de este gran investigador y docente aragonés. Científico de talla internacional, llevó a cabo estancias de investigación y mantuvo activas colaboraciones en centros avanzados europeos y de Estados Unidos. Publicó más de 70 artículos científicos, recibiendo a lo largo de su carrera numerosos premios y reconocimientos.

Miguel Catalán nació en Zaragoza en 1894. Se licenció en Química en 1913 por la Universidad de Zaragoza, obteniendo el premio extraordinario. Se trasladó a Madrid para desarrollar su doctorado en 1915, incorporándose al Laboratorio de Investigaciones Físicas de la Junta para Ampliación de Estudios, JAE, presidida por Santiago Ramón y Cajal. Centró su investigación en la espectroquímica del magnesio, obteniendo su doctorado en 1917 (Universidad Central de Madrid). Continuó investigando en el laboratorio de la JAE, sin abandonar su carrera de profesor de física y química en enseñanza media, iniciada tras su licenciatura. La dedicación a esas dos vertientes, la enseñanza y la investigación, fue una constante en su vida.

En 1920 obtuvo una beca que le permitió investigar en el Imperial College de Londres en el laboratorio de Fowler, estancia fundamental para su carrera.  Estudiando el espectro del manganeso, se centró en unos grupos de líneas que mostraban unas ciertas regularidades, a los que llamó "multipletes". La introducción de los multipletes contribuyó al desarrollo de la teoría cuántica y a hacer de la espectroscopia un instrumento fundamental para verificar los avances en el descubrimiento de la estructura de la materia. Sus trabajos aportaron pruebas experimentales que apoyaban el modelo atómico propuesto pocos años antes, siendo su investigación públicamente reconocida por referentes de la talla de Böhr y Sommerfeld.

Fue investigador visitante en la Universidad de Múnich, invitado por Sommerfield (1924-1925). Fue elegido representante español en el Comité de la Unión Internacional de Física Pura y Aplicada en 1924. En el año 1926 recibió el premio de la Real Academia de Ciencias (España) y en 1930 el premio internacional Pelfort. Colaboró asimismo con los laboratorios del National Bureau of Standards de Washington, D.C., y fue invitado por la Universidad de Princeton y por el MIT. En 1930 fue nombrado jefe de la Sección de Espectroscopia del Instituto Nacional de Física y Química y en 1934 consiguió una cátedra de nueva creación -de Estructura atómico molecular y espectroscopia- en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Madrid.

 

Pero llegó la guerra, y el exilio interior durante la posguerra…

Pese a las dificultades –no pudo reincorporarse de forma efectiva a la investigación hasta 1950- se mantuvo su prestigio entre los colegas, como lo atestiguan las referencias a su trabajo en importantes publicaciones. En 1952 fue nombrado asesor de la “Joint Commission for Spectroscopy” organismo regulador internacional de este campo. En 1955 fue elegido miembro de la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Varios años después de su fallecimiento, acaecido en 1957, la importancia de sus contribuciones para el conocimiento de la estructura de la materia, de gran interés también en astrofísica, le hicieron merecedor del honor de dar nombre a un conjunto de cráteres en la Luna.

 

Resulta difícil definir en unas pocas palabras a una persona como Miguel Catalán, pero nos atrevemos a enumerar algunas de sus cualidades: fue un científico de renombre, que llegó a trabajar en la frontera del conocimiento; era un entusiasta profesor de Ciencias, amante y conocedor de la Naturaleza, buen deportista, hombre culto y gran comunicador; perseverante en el trabajo y jovial y cercano en sus relaciones personales. Contribuir a dar a conocer su figura y sus aportaciones a la ciencia, pero también la calidad humana de este gran aragonés, es el objetivo de estas líneas.

 

 

La fotografía es del Archivo Miguel Catalán, de la Fundación Menéndez Pidal

 

 Este artículo ha sido publicado también en Diario del Alto Aragón