Investigadores del Campus de Huesca trabajan en la conservación de la abeja negra autóctona. Los profesores de la Escuela Politécnica Superior Pilar Santolaria y Jesús Yániz impulsan un proyecto para caracterizar y conservar esta subespecie cuyo nombre científico es Apis mellifera iberiensis. El trabajo de estos científicos de la Universidad de Zaragoza, que forman parte de su grupo de investigación Tecnogam y del Instituto de Investigación en Ciencias Ambientales, pretende contribuir al mantenimiento de la misma, en peligro por la introducción de otras especies, con el objetivo de que se puedan afrontar en mejores condiciones los importantes riesgos a los que se enfrenta la apicultura en la actualidad.
Este trabajo tiene, además, otras implicaciones ya que la importancia de la apicultura va mucho más allá de su relevancia económica directa -España es el principal país productor de miel en la Unión Europea-, ya que las abejas son los insectos polinizadores más eficaces. Se estima que al menos la tercera parte de los alimentos que consume el ser humano depende de la polinización y la mayor parte de ella, de la realizada por las abejas melíferas.
A pesar de su importancia, el número de abejas y otros polinizadores, tanto silvestres como domésticos, parece estar disminuyendo en todo el mundo; en especial, en Norteamérica y Europa. Hay indicios de que la falta de diversidad genética de los linajes más frecuentemente utilizados en apicultura puede jugar un papel relevante en este descenso, existiendo consenso sobre la necesidad de identificar estas valiosas variedades regionales para preservar a las abejas adaptadas a nivel local.
En la Península Ibérica, parece haberse conservado mejor que en otros países la abeja local, la abeja negra ibérica (Apis mellifera iberiensis), aunque en los últimos años se observa una tendencia creciente a la introducción de abejas mejoradas de otras subespecies, lo que supone un riesgo para la conservación de la abeja autóctona.
Y, aunque se necesitan estudios más amplios y actualizados que lo confirmen, en Aragón podría mantenerse en la actualidad con más pureza el linaje M de esta abeja autóctona. De hecho, la comunidad autónoma presenta un elevado riesgo de introducción de abejas foráneas ya que es una región típicamente receptora de apicultores trashumantes de otras regiones, incluidos apicultores franceses en los últimos tiempos. Esta recepción de abejas de diversas zonas sin ningún control genético implica un riesgo para la abeja local.
Recientemente, se ha observado también que algunos apicultores profesionales han optado por la utilización de abejas mejoradas de otras especies, con el riesgo consiguiente de hibridación en esas zonas. Otro importante peligro para el mantenimiento de la abeja autóctona y su variabilidad es el importante aumento de mortalidad de las colonias como consecuencia del síndrome de despoblamiento de las colmenas. Esta muerte de un porcentaje importante de colonias todos los años provoca una importante disminución de la variabilidad genética al contar con un menor número de colonias para reponer las pérdidas.
Santolaria y Yániz trabajan primeramente en la caracterización de las abejas existentes. Posteriormente será necesario iniciar un proceso de conservación de la abeja negra autóctona antes de que se ponga en riesgo su continuidad. El proyecto está financiado por una beca de investigación del Instituto de Estudios Altoaragoneses y por la DGA, a través de la financiación del grupo Tecnogam (A40). En él colaboran también el ADS Número 1 de la provincia de Huesca y más de 40 apicultores de nuestra comunidad.
España es el principal país productor de miel en la Unión Europea (UE) y se encuentra entre los 12 primeros del mundo. También destaca por superar al resto de países europeos en el número de colmenas (unos 2,3 millones) y de apicultores profesionales. Pero la importancia de la apicultura va mucho más allá de la producción de miel, ya que son los insectos polinizadores más eficaces debido a su número, a los largos vuelos que realizan y a la diversidad de flores que visitan. Las abejas domésticas, que son las únicas que pasan el invierno en comunidad, liban multitud de plantas. Durante la recolección de néctar y polen, polinizan las flores. Esta colaboración entre el reino animal y vegetal es muy valiosa puesto que permite la abundancia en frutas y hortalizas y aseguran también la biodiversidad floral que nos rodea.