Las partículas suspendidas en la atmósfera y sus efectos en la población y el entorno, a análisis en el Campus de Huesca

04/04/2017

El investigador jacetano Jorge Pey imparte una conferencia, este miércoles, dentro del ciclo ‘Espacio de Conocimiento Abierto’ de la Escuela Politécnica Superior

Pey coordina un estudio sobre estos “aerosoles atmosféricos” en doce localizaciones del noreste de España, entre las que están, Ordesa, Monzón, Almudévar o Zaragoza

La salud humana, el clima y los ecosistemas, y diversas actividades, como el transporte, pueden verse afectados o modulados por estos elementos que pueden permanecer en la atmosfera desde escasos segundos hasta varias semanas

La composición y el origen de las partículas suspendidas en la atmósfera, y los efectos que tienen para la calidad del aire o para el entorno, centran una nueva sesión del ciclo ‘Espacio de Conocimiento Abierto’ de la Escuela Politécnica Superior del Campus de Huesca. El investigador jacetano Jorge Pey, integrante de la sección aragonesa del Instituto Geológico-Minero de España, imparte una conferencia, este miércoles, 5 de abril, a partir de las 12 horas. En su intervención revisará los aspectos básicos sobre estas partículas, conocidas como aerosoles atmosféricos, y explicará algunos aspectos de la investigación que realiza en este campo en diversos puntos de Aragón (y del Alto Aragón), Navarra, Cataluña y Baleares. María Eugenia Marqués, profesora de esta escuela oscense de la Universidad de Zaragoza, presentará el acto, que está abierto al público.

Las partículas atmosféricas, explica Pey, aunque invisibles, pueden llegar a ser muy numerosas y, en ocasiones, pueden permanecer en el aire hasta varias semanas. La cantidad en que están presentes viene condicionada por factores naturales o no naturales. Entre los primeros están los volcanes, o, en nuestro entorno, el transporte por el viento de materiales geológicos del Sahara, o tormentas de polvo de origen más cercano, como la sucedida en 2007 en Monegros y otros puntos del valle del Ebro –cuya creación pueden favorecer la sequía o el momento en que se encuentra el suelo tras algunas labores agrícolas–. También las emisiones de vehículos, calefacciones o industrias, o los incendios, inciden en ello.

Desde la entrada en la atmósfera hasta la salida de ésta, continúa, estas partículas interactúan con el entorno y condicionan ciertas actividades humanas. Las que por su tamaño se consideran “respirables” pueden tener efectos negativos en la salud de las personas, especialmente en las que están en una situación más vulnerable por enfermedades como el asma o por razones de edad. Dolencias respiratorias, cardiovasculares y, en algunos casos, neurodegenerativas pueden verse favorecidas por estos elementos que, en el caso de los más pequeños, pueden pasar al sistema circulatorio.

Los aerosoles atmosféricos también modulan el clima, por ejemplo, reflejando o captando la radiación solar, según el color de las partículas, y provocando el consiguiente enfriamiento o calentamiento de aire; o favoreciendo la condensación sobre ellas y la formación de nubes. Con ello, añade el investigador jacetano, influyen “en mayor o menor medida” en los ecosistemas.