Especialistas del Campus de Huesca revisan la situación en Aragón de esta problemática global, que requiere nuevas técnicas, prácticas y hábitos impulsados por políticas adecuadas e iniciativas de educación y sensibilización.
Por Rocío López, María Eugenia Marques, José Manuel Nicolau y Natividad Miguel, profesores del Grado de Ciencias Ambientales del Campus de Huesca (Escuela Politécnica Superior, Universidad de Zaragoza)
La contaminación atmosférica en las ciudades anticipa la muerte a miles de europeos al año. ¡Menos mal que en el parque del Retiro hay la mitad de partículas contaminantes que 100 metros fuera! La contaminación difusa de la agricultura –que emite nitratos y fósforo– degrada ríos y acuíferos, haciendo el agua no potable. ¡Por suerte los bosques de ribera y los linderos entre parcelas agrícolas “limpian” estas aguas! El bienestar de nuestra sociedad no sólo procede de los servicios que nos proporciona la tecnología. También de los que vienen de los ecosistemas: El oxígeno que respiramos, el agua que bebemos, una biodiversidad que nos da fármacos, controla plagas y sustenta la producción agrícola a través de los polinizadores; o los paisajes, fuente de bienestar emocional. Conservar la naturaleza es la primera forma de mitigar la contaminación. Y ese objetivo debe venir acompañado por técnicas, prácticas y hábitos coherentes con él, impulsados por políticas adecuadas e iniciativas de educación y sensibilización.
Vamos a repasar algunos de los retos que plantea la contaminación, con especial atención a Aragón. Lo haremos por bloques (suelo, agua, aire, residuos) para facilitar una aproximación a esa cuestión, a pesar de que en la naturaleza no hay compartimentos aislados, y un estudio de sus contaminantes deberá realizarse desde una óptica multidisciplinar y global que contemple las interacciones que se producen. Un ejemplo de ello es la contaminación asociada a la producción de lindano en los años 70 y 80, un problema de primer orden en nuestra Comunidad, el más destacado en nuestros suelos, pero que más allá de ellos ha alcanzado acuíferos y ríos; e incluso a ibones aguas arriba, circunstancia que solo explica el transporte a través del aire de sustancias volátiles que condensan al llegar a zonas frías.
El 97% del agua captada en Aragón para uso humano (un 90 % para la agricultura) y el 75% en España procede de los ríos. ¿En qué estado se encuentran esas aguas superficiales de las que tanto dependemos? Según el INE, en España, el 55% está en un estado ecológico bueno o superior, lo que quiere decir que el resto lo tiene por debajo de moderado. ¿A qué se debe? Principalmente a alteraciones hídricas y morfológicas de cauces, falta de caudales ecológicos, vertidos de origen industrial, llegada de lixiviados de fitosanitarios y fertilizantes y a la imparable dominancia de especies invasoras sobre las autóctonas. Los ecosistemas fluviales se vuelven así disfuncionales y dejan de proporcionar los servicios ecosistémicos esperados, por lo que el agua, la pesca o los recursos turísticos se ven afectados.
De los contaminantes que podemos encontrar en el aire -óxidos de nitrógeno, dióxido de azufre, monóxido de carbono, metales pesados, hidrocarburos,…-, actualmente, en Aragón, las mayores incidencias las tenemos con la contaminación por partículas, vinculada principalmente al tráfico y a la actividad industrial, o a determinados episodios naturales; y con el ozono, un gas tóxico que se forma en la atmósfera, a partir de otros contaminantes emitidos a ella, en presencia de luz solar. Usar energías menos contaminantes, su ahorro, y una menor utilización de disolventes orgánicos están entre las medidas aplicar. Tampoco podemos olvidar las emisiones de gases de efecto invernadero, que remarcan la dimensión global de la contaminación atmosférica, y que en nuestra Comunidad tienen como agentes destacados la generación eléctrica por combustibles fósiles y el sector agroganadero.
Los residuos que produce la actividad humana es otro de los problemas. La prevención es lo prioritario en su gestión, seguida de la preparación para la reutilización, el reciclaje, otras formas de valorización como la energética y, como última y menos deseable, la eliminación, en vertederos por ejemplo. En Aragón, según la DGA, en 2017 se generaron 4,5 millones de toneladas, de las que 620.000 eran residuos domésticos y comerciales. Únicamente un 11% se destinó a recogida selectiva, un 15% a valorización y un 68 % a vertido controlado, datos aún alejados de los objetivos propuestos para 2020. La recogida separada de biorresiduos (un 40% de los generados en los hogares), de los que se pueden obtener enmiendas agrícolas y energía, es otra de las prácticas que ha de generalizarse a corto plazo.
(Este artículo ha sido publicado en el suplemento Vida Saludable de Heraldo de Aragón, del 26 de octubre de 2019)
Imágenes: Construcción de una balsa para los residuos del lindano. Sardas. Bailín
Fotografías de Alfonso Pardo Juez, cedidas para acompañar este artículo