Por María Victoria Sanagustín Fons, coordinadora del Máster Universitario en Dirección y Planificación del Turismo del Campus de Huesca-Unizar. Facultad de Empresa y Gestión Pública de Huesca
Nuestra comunidad autónoma aragonesa es una región europea que posee el patrimonio natural y cultural, así como los recursos turísticos suficientes para desarrollar productos capaces de atraer a personas de todo el mundo. A ello se suma el talante aragonés, abierto, noble y solidario, lo que permite acoger visitantes deseosos de vivir experiencias intensas y diversas. Si bien la oferta de productos turísticos en Aragón se encuentra en una dicotomía, por un lado, quienes proponen responder desde un planteamiento más auténtico, ofreciendo atracciones basadas en nuestras raíces culturales, manteniendo el patrimonio con celo y de manera restringida, siendo así fieles a un turista identificado con la modernidad. Y frente a ello, quienes abogan por ofertar productos mucho más adaptados al turista posmoderno que persigue exhibirse en redes sociales, atrapado por las modas, dejándose llevar por el ocio de masas y que se conforma con imitaciones. En todo caso, el turismo, como una de las industrias más importantes de nuestro territorio, mueve millones de euros al año, el impacto económico únicamente en la ciudad de Zaragoza supuso 666.375.843 de euros en 2019 según la Universidad de Zaragoza. Desde el turismo de nieve y montaña, al turismo rural, cultural, religioso, de congresos, de salud y activo, el turismo en Aragón, según los datos del IAEST (Instituto Aragonés de Estadística), tuvo un récord histórico ese mismo año. Fueron 3.810.445 viajeros los que visitaron nuestro territorio, lo que supuso un incremento de un 2,5% respecto al año anterior. Un 22,5% de los turistas que viajaron a la comunidad procedieron del mercado internacional (China y Francia los más numerosos), lo que ha supuesto un cambio de tendencia respecto a la década anterior.
Esta actividad en su conjunto genera empleo directo e indirecto, atrae y asienta población; en 2019, Aragón contaba con más de 4.000 establecimientos hoteleros, más de 3.000 bares y restaurantes, unas 300 agencias de viajes y casi 150 oficinas de turismo y puntos de información (Consejo Aragonés de Cámaras de Comercio). Según el propio IAEST en su boletín de coyuntura turística, en el primer trimestre del 2020 el número de altas a la seguridad social mostraba en hostelería y agencias de viaje un total de 35.148 y en hostelería, un total de 34.126.
Además, el turismo es capaz de generar bienestar y felicidad tanto en la sociedad de acogida como en quienes disfrutan de los diversos atractivos presentes en el destino. El impacto socioemocional del turismo revela una superación del mero consumo del viaje; la posibilidad de sentir emociones intensas cuando se realiza, por ejemplo, una ruta sobre el vino, o se visita un edificio singular y junto a ello se narran cuentos o se representa de manera creativa la historia. Los museos apuestan por actividades interactivas atrayendo a visitantes de cualquier edad y, entre otras, la oferta gastronómica se vuelve un objetivo per se para el viajero, procurando placeres que lo fidelizan. Así, la apuesta turística de Aragón hoy se abre a un sinfín de impresiones y juegos cuasi mágicos, en los que las propias piedras retrotraen al visitante a épocas pasadas y a espacios diferentes, provocando un efecto inolvidable.
Sin embargo, somos conscientes que también existen impactos negativos. El aumento de intrusos que, en ciertas ocasiones, no cuidan el patrimonio, hacen ruido, invaden el espacio privado de las gentes de un determinado lugar. Sin embargo, algunos pueblos casi despoblados, reviven gracias a esos nuevos viajeros que establecen, en ocasiones, relaciones líquidas pero llenas de significado. Son encuentros frugales y limitados en el tiempo pero que satisfacen al visitante y a quien acoge, pues ambos actualizan valores, sensaciones y añoranzas. El medio ambiente es otro de los impactos que el territorio recibe debido al turismo y que en Aragón también está presente, la tensión continúa en los productos turísticos de invierno; lograr acuerdos y apostar por el futuro de nuestro territorio permitirán seguir desarrollando esta actividad alineada a los Objetivos de desarrollo sostenible (ODS) y la Agenda 2030 de la ONU aunque para eso haya que adoptar políticas adecuadas y actitudes consensuadas.
En la década de los 90 del siglo pasado, hace ya tres décadas, el turismo tuvo un importante repunte en nuestra región aragonesa, debido principalmente a la consolidación del turismo rural y el turismo cultural. Pues justo en esa década se aprobaron normativas, decretos y leyes claves que regularon dichas actividades. Cómo estábamos hace 30 años y cómo nos vemos ahora en una foto covid-19; el viajero ansioso por salir tras el confinamiento y el paisaje aragonés hoy exuberante, pues junto al virus acaparador, este ha sido un año de lluvias, la naturaleza se ofrece pomposa, y lo rural atenúa los efectos negativos de la pandemia. Aragón, nuestra región, ofrece un panorama de crecimiento positivo y singular en relación al turismo, estos últimos 30 años han sido muestra de ello.
Fotografía: El Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, y el Pirineo en general, es uno de los motores del turismo en Aragón
Este artículo ha sido publicado también por El Periódico de Aragón