Luis Blanco presenta en Huesca su estudio sobre el papel de las bibliotecas en la España franquista durante la Guerra Civil

03/06/2019

 

Las vicisitudes vividas por la biblioteca de la Universidad de Zaragoza -que tuvo un papel central durante los dos primeros años de guerra- sirve de punto de referencia al bibliotecario del Campus de Huesca para revisar la política del bando nacionalista en este ámbito

 

 Luis Blanco, bibliotecario de la Escuela Politécnica Superior del Campus de Huesca, presenta este lunes, 3 de junio, en la capital altoaragonesa ‘Libros como trincheras : la Biblioteca de la Universidad de Zaragoza y la política bibliotecaria durante la Guerra Civil española (1936-1939)’. La presentación de este volumen, en la que le acompaña la también bibliotecaria del Campus oscense Elena Escar, forma parte de las actividades universitarias en la Feria del Libro de Huesca. El acto tendrá lugar en la plaza Luis López Allué, a las 19 horas.

Las vicisitudes por las que pasó entre 1936 y 1939 la biblioteca de la Universidad de Zaragoza -que tuvo un papel central durante los dos primeros años de guerra civil en la actividad bibliotecaria de la zona franquista- sirve de punto de referencia a Blanco para revisar en esta obra la política en este ámbito del incipiente estado nacional-católico.

Zaragoza fue desde muy pronto una ciudad de retaguardia controlada por los sublevados, recuerda el autor, y su biblioteca universitaria “asumió la condición de laboratorio de ideas y de ‘capital’ transitoria de la política bibliotecaria del bando nacional”. La entusiasta adhesión del rector de la Universidad de Zaragoza, Gonzalo Calamita, a la sublevación militar, a la que ofreció todo su apoyo, y la presencia en la capital aragonesa o su entorno de facultativos, algunos de ellos de vacaciones, así como de los inspectores generales de Bibliotecas y Archivos, Miguel Artigas y Miguel Gómez Campillo, fueron algunos de los factores que propiciaron el protagonismo de la institución zaragozana, explica Blanco. 

Este papel destacado concluirá en marzo de 1938, con la constitución del primer Gobierno de Franco y el nombramiento para dirigir la política bibliotecaria de Javier Lasso de la Vega, que actuará con unos presupuestos muy diferentes de los impulsados por el núcleo zaragozano.

En este escenario bélico se crearon estructuras destinadas a estimular a los combatientes heridos, como el Servicio de Lecturas del Soldado, o a reprimir y depurar la política bibliotecaria de la Segunda República, a través de la Comisión Depuradora de Bibliotecas, que tuvo entre sus objetivos principales desmantelar las Bibliotecas de las Misiones Populares republicanas. Más de 800 títulos acabaron en el catálogo de obras restringidas de la biblioteca universitaria de Zaragoza. 

En esta época también se impulsaron incautaciones y embargos de obras, que en el caso de la entidad zaragozana incrementaron sus fondos con las bibliotecas de particulares represaliados o considerados adscritos al bando enemigo, como los catedráticos Gumersindo Sánchez Guisando, Santiago Pi y Suñer, o Felipe Jiménez Asúa.