Creatividad y traumas

08/02/2021

Susana Onega Jaén, catedrática de Filología Inglesa de la Universidad de Zaragoza imparte la conferencia 'La función de la creatividad en la superación del Holocausto’, dentro del ciclo Ciclo de los Profesores Eméritos. La sesión, que se estrena el 9 de febrero de 2021 a las 19:30 horas, puede seguirse, a partir de ese momento en el vídeo incrustado en esta entrada.

La creatividad, nos explica Susana Onega, tiene importantes funciones terapéuticas en una sociedad: Contar lo que nos está pasando es indispensable como mecanismo de sanación después de un trauma y nos ayuda a evaluar éticamente nuestro comportamiento.

En este artículo la ponente nos introduce en esta cuestión:

 

 

La literatura y el trauma (*)

Por Susana Onega Jaén es catedrática de Filología Inglesa y miembro de la Asociación de Profesores Eméritos de la Universidad de Zaragoza (Apeuz)

 

Hace mucho tiempo, un viajero llegó a las puertas del cielo y del infierno en los confines de Oriente. En el infierno encontró una mesa repleta de exquisitas viandas, pero los condenados estaban famélicos porque sus palillos eran demasiado largos para llevarse la comida a la boca. En el cielo encontró la misma escena, pero todos estaban bien nutridos y contentos porque utilizaban los palillos para darse de comer unos a otros. Este cuento cumple una función primordial de la literatura: presentar una idea valiosa para la comunidad a través de un lenguaje simbólico que facilita su transmisión; en este caso, que es mejor velar por el bien común que por el propio. Las parábolas bíblicas y los cuentos maravillosos son ejemplos clásicos de este uso del lenguaje. La fascinación que sienten los niños por los cuentos sirve para facilitarles su integración social y advertirles de las nocivas consecuencias de transgredir las normas. Esto no quiere decir que los modelos de virtud que proponen sean éticamente objetivos, pues siempre reflejan la ideología dominante. En culturas patriarcales encontramos sastrecillos valientes y niñas abnegadas y sumisas como Cenicienta o como Bella, dispuesta a casarse con la Bestia para salvar de la ruina a su familia. En culturas matriarcales los cuentos inculcan el respeto a la madre, la naturaleza, los ciclos de la vida y las cosechas. De ahí la importancia de analizar el lenguaje simbólico críticamente.

La creación literaria tiene además importantes funciones terapéuticas. No solo, como argumentaba Aristóteles, porque nos provoca una catarsis de piedad y miedo al hacernos empatizar con el sufrimiento ajeno, sino también porque nos permite imaginar alternativas positivas a situaciones potencialmente traumáticas para nosotros mismos. Las historias que imaginan los niños maltratados convirtiéndose en príncipes y cambiando a sus padres por reyes, o el diario que escribió Ana Frank en condiciones terribles hasta que murió en un campo de concentración nazi, son ejemplos clásicos de resiliencia. Pero existen ejemplos mucho más recientes. En la presentación de ‘El mensaje de Pandora’, una novela escrita durante la pandemia de la covid-19, su autor, Javier Sierra, dijo: «La misión más sagrada del escritor (…) es ayudar a ‘sanar’ psicológica y espiritualmente a la comunidad a la que pertenece. “Quizá por eso esta historia ha brotado tan fluida. Nunca había escrito algo así, tan poderoso y directo» (Heraldo de Aragón, 13 de junio de 2020, pág. 42).

Narrar lo que nos está pasando tiene una función preventiva, pero también es indispensable como mecanismo de sanación tras padecer un trauma. Según Freud, el trauma psíquico no se produce por la atrocidad en sí del evento, sino por la incapacidad del sujeto para expresar adecuadamente las emociones correspondientes. Pensemos en el silencio de las víctimas de abusos sexuales, de las mujeres que se niegan a testificar contra sus maltratadores, de los supervivientes de conflictos bélicos que no hablan nunca de la guerra. ¿Por qué hemos tenido que esperar cuarenta años hasta la aparición de una literatura sobre el Holocausto? ¿Por qué tenemos aún tantos problemas para hablar de las fosas comunes de la Guerra Civil? ¿Por qué hemos mantenido tantos años un silencio ominoso sobre el terrorismo de ETA, o sobre los niños robados durante el franquismo? El hecho de que hayan transcurrido décadas entre aquellos terribles sucesos y su expresión literaria pone de relieve la extraordinaria dificultad de transformar los recuerdos traumáticos en memorias narrativas.

Ahora que el mundo entero está sufriendo los efectos de una pandemia tan inesperada como devastadora es conveniente recordar que no solo somos animales racionales con una maravillosa capacidad para encontrar soluciones científicas a nuestros problemas de supervivencia, sino que también somos animales simbólicos capaces de utilizar nuestra inteligencia emocional para desarrollar mecanismos de resiliencia y superación de traumas individuales y colectivos y evaluar éticamente nuestro comportamiento. En vez de suprimir los Departamentos de Literatura, como está pasando en Australia, o las subvenciones para investigación en Humanidades, como ha sucedido en Brasil, deberían dedicarse más recursos a fomentar el conocimiento emocional que nos transmiten la literatura y el arte, pues ellos posibilitan la creación de un mundo mejor, como el cielo del cuento oriental, en armonía con los seres vivos, la naturaleza y el entorno.

 

(*) Este texto, que nos facilita su autora para introducir la sesión, ha sido publicado también en Heraldo de Aragón en 2020

Fotografía: Una de las obras de la exposición 'Arte terapéutico' que pudo verse en el Campus de Huesca en una iniciativa cultural realizada gracias a la participación de las entidades de discapacidad del Alto Aragón

 

Conferencia 'La función de la creatividad en la superación del Holocausto’

 

 

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