Por Raúl Lardiés Bosque, profesor de Geografía en el Campus de Huesca de la Universidad de Zaragoza e investigador del proyecto europeo sobre impacto de las migraciones en el medio rural H2020 Matilde (matilde-migration.eu)
Aragón es un territorio poco vertebrado y equilibrado, por lo que el reparto de la población, de las actividades económicas y de los recursos constituye uno de los grandes retos territoriales en la región. El problema no solo es que estemos mal distribuidos en el territorio, sino que somos pocos y en crisis demográfica: pocos nacimientos y mucho envejecimiento, sobre todo en las zonas rurales. Curiosamente, en 2020 y en la primera mitad de 2021, la provincia de Huesca ha registrado un aumento de nacimientos superior al de otras provincias en España, pero parece insuficiente para cambiar la tendencia de crecimiento natural negativo que arrastramos desde hace bastante tiempo.
Lo rural lo tiene complicado. Parece que el uso que hemos hecho del territorio y cómo nos hemos asentado en él, crea inercias difíciles de revertir en poco tiempo. Y la globalización y la concentración urbana no parecen que hayan jugado a favor de las zonas rurales.
Sin embargo, nunca antes había habido tanta iniciativa, inversión e interés por cambiar esta situación. Así, desde hace algunos años, los distintos gobiernos han desarrollado instrumentos de intervención territorial para modificar y corregir los desequilibrios territoriales existentes en el territorio aragonés.
A nivel nacional, el Comisionado del Gobierno para el Reto Demográfico está poniendo en marcha la estrategia nacional frente al reto demográfico, aunque su desarrollo y aplicación va lento, igual porque no saben bien qué y cómo hacerlo. En ocasiones, los mensajes son contradictorios, porque si no hay inversiones para el mundo rural, no parece muy acertado pretender destinar cientos de millones a la ampliación de los ya grandes aeropuertos del país para que con ello sigan aumentando los desequilibrios territoriales.
El gobierno de Aragón aprobó la Estrategia de Ordenación Territorial en 2014, que pone mucho énfasis en el reequilibrio territorial de la población; posteriormente, también se aprobó la Directriz Especial de Política Demográfica y contra la Despoblación (2017). Hay otras experiencias funcionando como la Cátedra DPZ sobre Despoblación y Creatividad, de la Diputación Provincial de Zaragoza – Universidad de Zaragoza-, o las muchas desarrolladas por Grupos de Acción Local y financiadas fundamentalmente con fondos comunitarios. También hay que citar las que llegan desde la academia, donde la temática de la despoblación y lo rural casi llegan a saturar los programas de estudios y los congresos. Ahora bien, el territorio enfermo no es como las personas, por lo que los cambios de tendencia y de los procesos territoriales requieren más tiempo que el necesario para bajar una fiebre o que un enfermo se recupere de un postoperatorio.
Con la crisis del Covid-19 parecía que venían tiempos nuevos para las zonas rurales. El confinamiento estricto de 2020 y los posteriores nos han permitido poner en valor ciertas cuestiones ambientales como disponer de viviendas amplias, pero también la necesidad de un nuevo urbanismo y de espacios abiertos en los que poder pasear y relacionarse. La pandemia nos ha enseñado que necesitamos espacios más amplios y más zonas verdes, y reconvertir las ciudades en espacios más habitables.
La búsqueda de determinadas condiciones ambientales y de vida y el menor precio de la vivienda han empujado a algunas personas a trasladarse a pequeños pueblos, e incluso a empadronarse en ellos. Por ello, avanzando 2020, algunos buscadores inmobiliarios registraron un notable aumento de las demandas de viviendas rurales.
Esa tendencia ha ido en paralelo al aumento del teletrabajo, que muchos han podido desarrollar desde zonas rurales. Habrá que ver, estadísticamente y con datos del Padrón municipal, la magnitud y extensión de ese fenómeno, o si únicamente se ha producido de forma testimonial en determinados municipios con las mejores infraestructuras y más próximos a las principales zonas urbanas.
El desarrollo del sector de la logística, del comercio electrónico en autónomos, y el aumento de las ventas de muchas empresas por internet son aspectos positivos que pueden acercar muchos productos y servicios a la población rural. Es verdad que internet no llega, o no llega bien a muchas zonas rurales, pero la situación va mejorando.
Probablemente, ni mucha población se convertirá de repente en teletrabajadores, ni en ellos aumentarán sus deseos de residir en zonas rurales, pero sin ser pesimista del todo, también es cierto que la crisis del Covid-19 nos ha hecho mirar con otros ojos a las zonas rurales. Como a todo Covid le llega su desescalada, habrá que ver si esta crisis ha afectado a la tendencia urbanizadora y a cambiar la mentalidad hacia lo rural de forma significativa.
El tiempo dirá si nos hemos acordado tarde del mundo rural, por mucho que los masajes cardíacos se hagan ahora rápidos, en un enfermo moribundo. Al menos, miramos al enfermo de otra forma y estamos de acuerdo en que ciertas actuaciones albergan optimismo. ¡Nunca el mundo rural había estado tan bien como ahora! Eso es mucho. ¿Algo está cambiando?
Fotografía: Santaliestra, Ribagorza (Juan R. Bielsa)
(*) Este artículo ha sido publicado también en los medios del grupo Sileoh: Ronda Somontano, de Barbastro; La Alegría de Monzón y Cinca Medio, y Somos Litera