Nada es gratuito. Sobre el sector agrario en Aragón

04/01/2022

Por María Videgain Marco, Ingeniera Agrónoma e investigadora de la Escuela Politécnica Superior del Campus de Huesca (Universidad de Zaragoza)

 

Esta investigadora oscense reflexiona sobre la importancia del sector agrario y sobre la necesidad de impulsar las vocaciones en este ámbito en el que la innovación es clave

 

 

El papel que juega el sector agroalimentario en el día a día de nuestra sociedad tiene una importancia indiscutible, sin embargo, estamos asistiendo a una marcada desconexión de las inquietudes de la población, y en particular de las nuevas generaciones, con respecto a la producción de alimentos y al resto de actividades socio-económicas que rodean a este sector. La falta de formación/información específica, que se da desde etapas tempranas de nuestra educación, se traduce en patrones de comportamiento y de consumo en la población más alejada del medio rural, que son y serán muy difíciles de alinear con algunos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. En este artículo, se exponen de forma sintética algunos aspectos clave sobre los que podemos reflexionar para favorecer ese acercamiento tan necesario entre el consumidor final (el de hoy y el de un futuro próximo) y la producción primaria.

Teniendo en cuenta los resultados de la Encuesta sobre Superficies y Rendimientos de los Cultivos (ESYRCE) publicada por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación para el año 2020, en la Comunidad Autónoma de Aragón contamos con más de un millón de hectáreas de producción agrícola, aproximadamente una quinta parte de nuestro territorio se destina a la producción agraria. Según datos del Instituto nacional de Estadística, el sector agroalimentario en Aragón es responsable de un 10 % de nuestro P.I.B, y contribuye con aproximadamente una décima parte de la materia prima agraria producida en España.

Las personas que trabajamos en el sector agroalimentario aragonés somos conscientes de la alta actividad que se desprende de las cifras anteriores. Este sector está en constante evolución, cada día se generan nuevas oportunidades laborales y asistimos, además, a una tremenda profesionalización. Las relaciones entre los diferentes agentes son muy estrechas, imagino que ocurre lo mismo en otros sectores y comunidades autónomas, pero la sensación que uno percibe desde dentro de este sector en Aragón es que el buen trabajo que se desarrolla en algunos ámbitos llama a desarrollar nuevas iniciativas e ideas innovadoras en otros. Muestra de ello es el éxito que ha tenido en nuestra comunidad la ejecución de las acciones de cooperación de agentes del sector agrario, en el marco del Programa de Desarrollo Rural para Aragón 2014-2020, donde diferentes ideas innovadoras se han desarrollado y divulgado en estrecha colaboración entre empresas, cooperativas, agrupaciones de agricultores y centros tecnológicos. La digitalización y la entrada de nuevas tecnologías también evolucionan vertiginosamente, encontrándose en ellas un nuevo punto de convergencia con otras ramas académicas que deberían traducirse en un mayor interés por parte jóvenes con formación en herramientas informáticas y tecnologías de aplicación en otros ámbitos.

A pesar de la importancia que tiene para la alimentación y para el medio ambiente el trabajo que se desarrolla en el sector agroalimentario, a pesar de los esfuerzos por divulgar los resultados de todo tipo de iniciativas, la información no llega con facilidad al consumidor final. Son varias las estrategias que se han desarrollado y actualmente están en curso desde diferentes entidades como la Alianza Agroalimentaria Aragonesa (que integra a varias entidades con amplia representación en el sector) y desde la Administración para acercar la información a la ciudadanía. También en los colegios e institutos vemos como se está reforzando la actividad ligada al aprendizaje sobre temas con repercusión ambiental, así como la instalación de huertos y desarrollo de actividades relacionadas con la alimentación parecen arañar algo de conciencia en los más pequeños. Me viene a la cabeza el ejemplo del CEIP Ramiro Solans de Zaragoza, donde tuve la oportunidad de colaborar en unas jornadas de aprendizaje que ponían en valor el papel de la Mujer en la Ciencia. Su buen hacer es un ejemplo de éxito de este tipo de iniciativas en los colegios, que estoy segura darán sus frutos en las generaciones futuras.

Al finalizar las pruebas de Evaluación para el Acceso a la Universidad que recientemente han tenido lugar, he tenido la oportunidad de conversar con algunos jóvenes que no tenían muy claro el tipo de estudios que querían elegir. Mi conversación se limitó a preguntarles por sus inquietudes y a preguntarles por el interés en diferentes alternativas. Como me esperaba, la mayoría de estas personas no se sentía animada a cursar estudios relacionados con la agricultura, ganadería, ciencia y tecnología de los alimentos, ni con las ciencias ambientales. Solo uno de ellos, hijo de agricultor, se planteaba iniciar sus estudios en esta área.

No sería del todo correcto decir que, a mayor despoblación del medio rural, mayor declive del interés por el sector agroalimentario, porque correlación no es lo mismo que causa, y existen más factores que explicarían el efecto. Pero las cifran hablan por sí solas, existe falta de relevo generacional, la propiedad agraria se está concentrando en un número cada vez menor de agricultores, y la oferta de empleo técnico que se genera en nuestro sector no se está cubriendo, como se informaba en los medios hace unos días por parte del Colegio de Ingenieros Agrónomos de Aragón, Navarra y País Vasco. Estoy segura de que un poco más de cercanía entre la actividad agroalimentaria y la ciudadanía, dejaría descubrir a las nuevas generaciones vocaciones laborales que desconocen totalmente y se generarían intereses y hábitos de consumo mucho más responsables.

Siempre me ha hecho pensar esa frase de que “tenemos más capacidad de cambiar cosas con la elección en nuestro carrito de la compra que con nuestro voto”. Entiendo que para un ciudadano sin contacto con este sector pueda resultar confuso recibir mensajes en los medios sobre lo que hay que consumir o sobre los productos que sería mejor reducir. No son temas de fácil síntesis y el mensaje final puede tener una repercusión negativa sobre quien produce, con mucho esfuerzo, un alimento dentro de un sistema que ha favorecido ese tipo de actividad. Como dijo el Premio Nobel de Economía Milton Friedman, “nada es gratuito”, y en este sentido tendríamos que repensar nuestros hábitos de consumo. Quizá un poco más de formación transversal al respecto y una apuesta real de las administraciones por el consumo de cercanía, podrían ayudar a mejorar las decisiones del consumidor, quien parece no advertir el precio que está pagando realmente por un producto aparentemente barato, pero cuyo coste ambiental está externalizado, lejos de ser gratuito.

 

 

(*) Este artículo ha sido publicado también en los medios del grupo Sileoh: Ronda Somontano, de Barbastro; La Alegría de Monzón y Cinca Medio, y Somos Litera